En la actualidad podemos afirmar que una de cada cuatro personas se verá afectada por algún proceso alérgico a lo largo de su vida. Las principales enfermedades alérgicas son las respiratorias: el asma bronquial y la rinitis (una simple tos incontrolable, el lagrimeo o los estornudos pueden ser manifestaciones de alergia respiratoria). La progresión es tan sostenida que el asma bronquial es ya la enfermedad más frecuente en la infancia. La mayoría de las veces el asma comienza en las primeras etapas de la vida: en casi el 50% de los casos, el pico de inicio se localiza por debajo de los 7 años de edad y en la mayor parte de los niños los síntomas suelen aparecer antes de cumplir los dos años. La incidencia del diagnóstico se reduce de un modo sustancial durante la adolescencia para volver a ascender de nuevo al principio de la edad adulta (20-39) años. Sólo en menos del 25% de los casos, el diagnóstico se establece después de los 40 años.
En los últimos años la carga socio-sanitaria del asma en España se ha incrementado hasta unos límites en los que, tanto los profesionales de la medicina como las autoridades sanitarias, se han visto obligados a desarrollar diferentes estrategias orientadas a frenar el tremendo impacto de esta enfermedad respiratoria que, si hasta hace poco, se circunscribía y relacionaba con los meses primaverales, hoy casi todos coinciden al señalar que sus síntomas se prolongan durante casi todo el año.
Sabemos que los alergenos (ácaros del polvo, pólenes, epitelios de animales, hongos…), algunos virus, el tabaquismo, la contaminación y la dieta son factores que, acompañados por una determinada carga genética hereditaria, pueden hacer que una persona desarrolle asma. Además, se ha constatado que los sujetos con rinitis persistente tienen más riesgo de desarrollar asma bronquial que la población general, y que el diagnóstico y tratamiento etiológico de los síntomas nasales (control ambiental e inmunoterapia específica) contribuirá a modificar la historia natural de la enfermedad alérgica, previniendo tanto nuevas sensibilizaciones como el desarrollo de asma o, si se hubiera desarrollado, a optimizar el control de la enfermedad asmática. En definitiva, ante un paciente asmático que también sufre rinitis, deberá controlarse bien su cuadro de vías aéreas superiores, ya que de lo contrario su asma bronquial empeorará de forma significativa.
Por otra parte, entre los factores capaces de producir empeoramiento del asma están las infecciones respiratorias y los alergenos. Los pólenes de gramíneas y olivo ocasionan un gran número de casos de rinoconjuntivitis y asma primaveral (mayo-junio). Fuera de este intervalo otros pólenes, como los de ciertos árboles cuya época de polinización se localiza hacia el final del invierno (el periodo de floración del ciprés es entre diciembre y febrero, el del plátano de sombra entre marzo y abril) o algunas malezas, como Chenopodium album, Parietaria o Salsola pueden prolongarse a verano y otoño, pueden tener importancia en algunas áreas geográficas. Por lo tanto, la alergia al polen está dejando de ser un asunto primaveral, puesto que, al haber gente sensible a distintas variedades de pólenes, como cupresáceas, plátano de sombra y oleáceas, la temporada de riesgo se amplía.
No hay que olvidar tampoco las sustancias irritantes inespecíficas que, al actuar sobre las mucosas inflamadas, pueden agudizar el asma bronquial: olores fuertes de perfumes, pinturas, barnices, amoníaco o lejía, detergentes, sprays y productos de limpieza, ambientadores, insecticidas, lacas, ozono y la misma contaminación ambiental que se produce en grandes núcleos urbanos o industriales. En primavera también es muy frecuente encontrar “pelusillas” de procedencia vegetal (chopos, plátanos de sombra…) y que actúan como poderosos irritantes de las mucosas respiratorias. Por último, el ejercicio físico, y especialmente si las personas alérgicas a pólenes lo realizan al aire libre, es otro desencadenante frecuente de asma, sobre todo en la infancia.
El aumento de la aparición de alergias en la primavera no se explica por un incremento de las concentraciones de polen en el ambiente en los últimos años. De hecho, las mediciones de pólenes arrojan datos muy similares a los registrados hace 25 años. No obstante, se sabe que la prevalencia de alergias es mayor (entre dos y tres veces más) en las grandes ciudades y entre los más jóvenes. Sabemos que la combustión del gasóleo produce seis veces más partículas microscópicas que la gasolina; y estas partículas, además de dañar las vías respiratorias, facilitan el desarrollo de alergias. Después de diversos estudios se puede concluir que las partículas producidas por la combustión de motores diésel pueden aumentar la capacidad de los pólenes para producir alergia más de 20 veces, ya que dichas partículas se asocian al polen, aumentando la “agresividad” de este alérgeno.
Es importante animar a los pacientes asmáticos a que adopten las medidas oportunas para controlar su enfermedad, tales como recibir atención médica periódica, tomar de forma regular los medicamentos de control del asma de acuerdo con las indicaciones de su médico y evitar los factores causantes y agravantes del asma.
Durante las temporadas de polinización, las personas que tienen asma y alergias con frecuencia experimentan un empeoramiento de los síntomas de asma. El manejo apropiado del asma bronquial minimiza esos síntomas y puede ayudar a evitar episodios intensos, hospitalizaciones o visitas a urgencias. Igualmente es importante dar al paciente información de los pólenes responsables de su alergia para conocer su época de polinización, distribución geográfica, así como los consejos o medidas de prevención ambiental adecuadas.
Podemos pedir una participación activa del paciente en el manejo de su enfermedad y una colaboración estrecha con el médico para conocer:
- Qué origina su asma bronquial (descartar un origen alérgico en su proceso con el fin de, si es posible, instaurar precozmente un tratamiento con vacunas antes de que se desarrollen alteraciones irreversibles en las vías aéreas).
- Qué empeora su asma.
- Informar al médico acerca de síntomas frecuentes de asma: tos, disnea, sibilancias, opresión torácica… (por ejemplo, síntomas diurnos durante más de dos días por semana, o síntomas nocturnos más de dos veces por mes, pueden ser una indicación de asma persistente).
- Controlar los síntomas frecuentes tomando medicamentos a largo plazo para el control del asma (corticosteroides inhalados, broncodilatadores, anti leucotrienos), y evitando el humo del tabaco y otros desencadenantes.
- Hacer visitas regulares al médico, y preparar un plan de acción contra el asma.
Los asmáticos también deben tomar las siguientes medidas para manejar el asma.
- No fumar, y evitar que nadie fume cerca del paciente o de sus hijos, puesto que el humo del tabaco puede desencadenar episodios de asma.
- Lavarse las manos regularmente para reducir la propagación de gérmenes que causan resfriados e infecciones.
- Vacunarse cada año contra la gripe.
- Reducir el empleo de sustancias irritantes inespecíficas como pinturas, barnices, amoníaco o lejía, detergentes, sprays y productos de limpieza, insecticidas, lacas, etc.
- Hacer deporte de forma regular acorde a sus limitaciones y a las indicaciones dadas por el médico especialista.
Dr. Alfredo Resano. Consulta Alergología Clínica San Miguel.