Cambiar la hora implica un periodo de adaptación y es por ello que se eligió hacer en la madrugada del sábado al domingo. A pesar de ello, es frecuente que los primeros días después del cambio de hora algunas personas refieran irritabilidad, falta de concentración, bajo rendimiento laboral e insomnio. Por ello es conveniente no hacer cambios y promover una mayor exposición a la luz natural cuando la mayoría de las personas están trabajando o aprendiendo en el colegio. Esto es lo que ocurre durante el horario de invierno (GMT+1), en contraposición a lo que sucede con el de verano (GMT+2).
Estos cambios de hora pueden producir alteraciones en las personas, es decir, sufren una especie de ‘jet lag’ que puede provocar, sobre todo en los colectivos más vulnerables, como niños y ancianos, trastornos del sueño, irritabilidad, cambios de humor, dolores de cabeza y malestar general. Sin embargo, estos efectos suelen prolongarse poco tiempo y como mucho duran un par de semanas.