La enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa son dos enfermedades dentro de la llamada «enfermedad inflamatoria intestinal» cuya característica principal es la inflamación de carácter crónico del tubo digestivo. La enfermedad de Crohn puede afectar a cualquier tramo del tubo digestivo, mientras que la colitis ulcerosa es exclusiva del colon. El curso de estas enfermedades consiste en alternar periodos de inactividad o quiescencia con periodos de actividad clínica o brotes. Aunque se trata de dos entidades diferentes, tienen características comunes que en ocasiones hacen complicado diferenciarlas.
¿Cuáles son las causas de la enfermedad de Crohn y de la colitis ulcerosa?
Se trata de trastornos de causa desconocida en los que se desencadena una respuesta desmesurada del sistema inmunológico en sujetos genéticamente predispuestos. Es decir, son las células del propio sistema inmune del paciente las que producen lesiones, de profundidad y extensión muy variables, en el intestino.
No se trata de enfermedades contagiosas, ni hereditarias, y pueden aparecer a cualquier edad tanto en hombres como en mujeres. Dado que se desconocen las causas de estas enfermedades no existen medidas de prevención ni tampoco fármacos preventivos para su aparición. Tampoco los posibles brotes son predecibles; éstos pueden darse incluso siguiendo el paciente el tratamiento de mantenimiento correcto. Diversos estudios han intentado encontrar factores de riesgo analizando el efecto del tabaco, la dieta, gérmenes, fármacos, etc. sobre estas enfermedades. Podemos afirmar que el ser fumador se ha identificado como un potente factor de riesgo asociado a la aparición de enfermedad de Crohn, así como a una peor evolución clínica con mayor número de brotes, por lo que el cese del hábito tabáquico resultaría beneficioso. También parece que el estrés o los antiinflamatorios no esteroideos pueden desencadenar o empeorar los síntomas, pero tampoco son causa de la enfermedad.
Se han realizado y se siguen realizando en la actualidad innumerables estudios sobre estas enfermedades, investigando posibles causas, analizando factores de riesgo, creando criterios diagnósticos, evaluando la eficacia de distintos fármacos, y en busca de nuevos tratamientos que permitan mejorar la calidad de vida de estos pacientes.
Síntomas
Dado que la localización, la extensión de las lesiones y el grado de actividad inflamatoria son diferentes en cada paciente, estas enfermedades pueden manifestarse de muy diversas maneras. Debe acudirse al médico ante la presencia prolongada o recurrente de alguno de los siguientes síntomas: dolor abdominal, diarrea, rectorragia, distensión abdominal, sensación de evacuación incompleta y urgencia defecatoria. Otros posibles síntomas son cansancio, malestar general, pérdida de peso, anemia o fiebre, y en niños, retraso del crecimiento o del desarrollo. En algunas ocasiones aparecen además síntomas extradigestivos (articulares, cutáneos, oculares…)
Diagnóstico y tratamiento de la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa
Ante la sospecha de una de estas enfermedades, generalmente la prueba de elección es la colonoscopia. La colonoscopia permite identificar lesiones propias de estas entidades en el colon o íleon, valorar la gravedad y la extensión de las mismas, y tomar biopsias que nos den el diagnóstico definitivo.
Es importante tener en cuenta, que existen otras muchas enfermedades que cursan con una sintomatología similar y que hay que descartar previamente, como pueden ser el colon irritable, una gastroenteritis infecciosa, una apendicitis aguda, o patología ginecológica, entre otras. Para ello se utilizan parámetros analíticos en sangre, examen de heces y pruebas de imagen como la ecografía abdominal, el TC o la resonancia magnética.
Se trata de enfermedades crónicas y, aunque existe tratamiento, no se alcanza la curación definitiva. El tratamiento de los brotes agudos va dirigido a reducir la actividad inflamatoria y conseguir la curación de la mucosa intestinal. Posteriormente, tras el brote, es casi siempre necesario un tratamiento de mantenimiento para mantener la remisión. Disponemos de diferentes fármacos para el tratamiento de estas enfermedades, como son los aminosalicilatos, los corticoides, antibióticos, fármacos inmunomoduladores y fármacos biológicos. El uso de unos u otros depende de la extensión y severidad de la enfermedad. En casos extremadamente severos es posible tener que recurrir a la cirugía.