La exposición al sol de forma moderada tiene importantes beneficios para nuestra salud como, por ejemplo, ayudar a la síntesis de la vitamina D. Pero a pesar de ello no debemos olvidar que si nos exponemos al sol en exceso o sin tomar ciertas precauciones puede causarnos graves perjuicios.
En primer lugar la sobreexposición al sol conlleva un elevado riesgo de sufrir quemaduras en la piel y otros efectos negativos a largo plazo como son el envejecimiento cutáneo prematuro (aparición de manchas y arrugas en la piel como fruto de una profunda deshidratación cutánea). También a largo plazo favorece el desarrollo de lesiones más importantes como es el cáncer de piel (carcinomas y melanoma) y otros daños a nuestro organismo entre los que destacan el desarrollo de cataratas, degeneración macular y otras lesiones oculares.
CÁNCER DE PIEL: QUÉ ES Y CÓMO PUEDE DETECTARSE
El cáncer de piel es una enfermedad maligna producida por la división y crecimiento descontrolado de las células que la forman.
Aunque se generalice hablando de cáncer de piel existen varios tipos muy diferentes entre ellos como son el melanoma y los carcinomas cutáneos. En ambos tipos el principal factor de riesgo implicado en su desarrollo es la exposición a la radiación solar, tanto ultravioleta B (UVB) como ultravioleta A (UVA). Estas radiaciones son capaces de producir un daño en el material genético de las células de la piel (ADN) iniciando así el proceso de carcinogénesis o formación del cáncer.
Melanoma
El melanoma es el tipo menos frecuente de cáncer de piel, aunque su incidencia está aumentando notablemente en los últimos años. Puede afectar a cualquier persona pero es más frecuente en personas de piel y ojos claros y con dificultad para broncearse. Su aparición está relacionada con la exposición al sol de forma puntual, excesiva e intermitente, lo que explica que aparezcan con mucha frecuencia en zonas que habitualmente no están expuestas al sol (piernas, espalda…)
Además de la exposición al sol también aumentan el riesgo de sufrir un melanoma la presencia de múltiples nevus o lunares (más de 50), la existencia de algún familiar que haya padecido esta enfermedad y el haber sufrido quemaduras solares en la infancia y adolescencia.
Carcinomas cutáneos
Son los tumores más frecuentes del ser humano y su incidencia continúa aumentando en los últimos años. Aparecen sobre todo en personas a partir de 50 años, de ojos claros y piel blanca y con exposición al sol de forma crónica o habitual, como es el caso de trabajadores al aire libre.
Estas lesiones se suelen localizar en zonas que normalmente están expuestas a la radiación solar como son la cara, las manos, el cuello… Dependiendo de las células afectadas se dividen en carcinomas basocelulares (los más frecuentes, en torno al 70 u 80% de los carcinomas) y espinocelulares.
Su aspecto es muy variado, su crecimiento lento y tienen poca tendencia a invadir ganglios o dar metástasis por lo que su tasa de curación es muy alta.
CÓMO PROTEGER LA PIEL DE LA EXPOSICIÓN SOLAR
1. Utilizar un filtro solar.
Es necesario utilizar un fotoprotector adecuado, con un factor de protección moderado-alto (SPF 30-50) y que proteja frente a la radiación UVB y UVA. Para su correcta aplicación, se debe repartir el filtro solar generosamente en todas las zonas expuestas al sol, sin olvidar las manos, las orejas o la parte posterior del cuello. Esto debe hacerse entre 20 y 30 minutos antes de la exposición solar para asegurar su absorción y eficacia. No hay que olvidarse de repetir la aplicación si se está expuesto al sol durante más de dos horas, si se baña o si se suda, incluso aunque el filtro sea resistente al agua. También hay que proteger los labios aplicando un bálsamo labial con un factor de protección 30 o superior y repetir la aplicación cada 2 horas.
2. Utilizar otras medidas de fotoprotección.
– Hay que hacer uso de gafas de sol con protección UV para proteger los ojos y la piel de alrededor.
– Tampoco hay que olvidar sombrero o gorra para proteger el cuero cabelludo, la cara, el cuello y las orejas. El tejido debe ser tupido para que impida el paso de las radiaciones solares. La ropa también protege del sol, por lo que si la exposición es prolongada es conveniente llevar algo de ropa para disminuir la radiación recibida (camisa, camiseta…) Para personas con riesgo más elevado de sufrir cáncer de piel o para los niños existe ropa con factor de protección ultravioleta.
– Se debe evitar la exposición solar en las horas centrales del día (entre las 11:00 y las 16:00) y si se tiene que estar al aire libre intentar buscar la sombra.
3. Nunca exponer a los bebés a la luz solar directa. No deben aplicarse filtros solares en menores de 6 meses, por lo que lo ideal es utilizar ropa adecuada y siempre gorro para proteger la cabeza.
4. Evitar las cabinas de bronceado, ya que se ha vinculado su utilización con un incremento del riesgo de sufrir melanoma.
5. Realizar una autoexploración periódica de la piel y ante la aparición de cualquier lesión nueva o cambios de alguna lesión previa hay que consultar con un médico o acuda al dermatólogo.
¿QUÉ MÁS PUEDO HACER POR MI PIEL EN VERANO?
Además de lo principal, que es la fotoprotección, la piel en verano necesita mantenerse hidratada para lo cual debemos aplicar crema hidratante a diario y aportarle hidratación mediante la ingesta abundante de agua y zumos frescos.
También hay que tener en cuenta que durante el verano conviene evitar tratamientos con láser y tratamientos despigmentantes para aquellas personas que las han estado realizando durante el invierno por el riesgo de hiperpigmentación.
En todo caso, y en conclusión, es imprescindible seguir las recomendaciones del médico.